Noviembre 2016

 

Ha sido elegido como nuevo Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica el candidato del Partido Republicano, derrotando a la candidata demócrata que en opinión de muchos era la más segura ganadora.

 

Las características del ganador eran bien especiales, por decir lo menos. Un millonario, con antecedentes de haber construido su fortuna con más de algún episodio oscuro, que habría maltratado y acosado a mujeres, que se manifestó en contra de la migración, que discriminó a ciudadanos norteamericanos por sus orígenes, que señaló a algunos grupos de inmigrantes como delincuentes, generalizando esta categorización, que amenazó con construir un muro para evitar la inmigración, que señaló que retiraría a su país de importantes tratados internacionales, entre muchas otras cosas.

Su oponente también tenía muchas cosas cuestionables, lo que la hacía aparecer con un alto porcentaje de desaprobación. Esto nunca logró ser revertido. Inició la campaña con un 50% de rechazo y terminó con un 56%. Claramente no basta aumentar la aceptación, sino que debe disminuirse la desaprobación para ganar una elección.

¿Pero qué hace que un candidato de las características del ganador finalmente triunfe en un proceso eleccionario tan complejo como el de Estados Unidos?

Los factores son múltiples pero quizás el más importante es el descontento de la clase trabajadora, no aquellas de las grandes ciudades, sino de los pequeños pueblos, casi pueblos fantasmas, que perdieron sus industrias, fábricas y como consecuencia de ello, miles de empleos.

Ante un descontento tan descomunal, no es difícil que una persona que ofrece una nueva oportunidad de desarrollo, logre conciliar el interés, y por ende el voto, de un alto porcentaje de la población.

Además hay otro factor. Los que hemos vivido en Estados Unidos, sabemos lo que significa para ellos el llamado “orgullo americano”. El ser número uno. Presidentes anteriores, en la época de los 80, fueron elegidos simplemente bajo la consigna de hacer de nuevo de Estados Unidos un país grande. La historia se repite. El norteamericano conservador no pide mucho; conservar su empleo, pagar menos impuestos y vivir una vida segura y tranquila.

La pregunta que viene ¿por qué no se manifestó la intención de voto en las encuestas?
Sencillamente porque la gente no se atrevía a decir públicamente que apoya un proyecto basada en tanta discriminación y segregación. Pero, en la soledad de la urna, y sin ningún temor, la gente se atrevió a decir lo que pensaba, que no quiere más inmigración, que no quiere amenazas para sus trabajos, que está cansada que los dejen de lado.

En la historia reciente, otros líderes europeos se alzaron con propuestas similares, cosechando para sus fines todo el odio y el descontento, canalizando para los más bajos proyectos de que tengo memoria la humanidad. Es un temor y esperamos no sea éste el caso.

Para finalizar, se abre una gran interrogante sobre lo que serán los nuevos planes de salud en el país del norte. Desafortunadamente ahí convive la más alta tecnología, con los mejores estándares mundiales, con una abismante desprotección social para los más desposeídos que no podrán contar con acceso a este derecho en condiciones adecuadas.

Queda mucho por ver. Esperamos que los cambios sean positivos y que muchas de las promesas realizadas queden sólo en eso y nunca se hagan realidad.
 

Dr. Mario Uribe
Editor.